Somos conscientes que las cifras son siempre discutibles, sobre todo si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de jóvenes que trabajan fuera de Asturias siguen empadronados en sus municipios con el ánimo de recibir, algún día, una oferta de trabajo en sus pueblos o ciudades. Sin embargo, diferentes organismos e instituciones ofrecen análisis y datos que contribuyen a reforzar una tesis: la realidad social y económica de nuestra Comunidad Autónoma es compleja y preocupante. Resulta especialmente interesante el informe sobre el año 2003 del Consejo Económico y Social de Asturias, que indica que el grupo comprendido entre los 25 y 34 años registra el 56,6% de la pérdida de población total. Incluso indicaba el origen: las dificultades de inserción laboral de este colectivo. Aportaba otro dato aterrador: sólo el 4,4% de los contratos que se realizaron tenían carácter indefinido. Otra fuente estadística oficial, los datos del padrón municipal del pasado año, confirmaban que Asturias fue la comunidad autónoma que más población perdió. El informe de Eurostat (LNE, 11 de noviembre de 2004) nos situaba dentro de las 50 regiones de la Unión Europea que en el 2003 habían protagonizado los mayores porcentajes de desempleo juvenil, con una tasa del 27%. Por último, el Observatorio Joven de Vivienda del Consejo de la Juventud de España indica que seguimos siendo la Comunidad Autónoma con menor porcentaje de jóvenes emancipados.
La radiografía de la situación actual de Asturias admite muchas interpretaciones, pero deja poco lugar para el optimismo desmesurado. Es cierto que en los últimos años se han producido inversiones y avances que ofrecen una fotografía con un mayor dosis de color en un panorama demasiado acostumbrado al gris. Sin embargo, pensamos que aún queda mucho trabajo por hacer y que sigue siendo absolutamente necesario intensificar las políticas públicas dirigidas a diversificar nuestro tejido industrial mediante nuevos proyectos empresariales, fomentar la creación de empleo estable, abordar el cáncer que supone la temporalidad y la subcontratación en nuestro mercado laboral, o luchar contra los elevadísimos precios de la vivienda para convertir un derecho constitucional en realidad efectiva. Por si todo esto no fueran motivos suficientes, no podemos perder de vista el horizonte demográfico de nuestra comunidad autonómica. Estos días, más de un periodista centraba la atención en este aspecto. Entre los que se van y los que no nacen, nuestra pirámide de población se está ensanchando peligrosamente por arriba, por los que tienen más edad. Y ya se sabe lo que sucede con una pirámide invertida, que se hace insostenible y se acaba cayendo. Tampoco podemos obviar la realidad de zonas enteras de nuestra geografía que necesitan de la intervención pública para intensificar el tejido productivo. Me refiero a las Comarcas Mineras, que aún luchan por superar definitivamente la etapa del monocultivo del carbón, o las zonas rurales cuyo futuro está condicionado por el problema de la despoblación.