"Son problemas que si no los buscas activamente no los ves hasta que el niño tiene alrededor de 5 años, cuando empieza la escuela, con lo que se pierde la oportunidad de aprovechar la plasticidad del cerebro del bebé para corregirlos", explica Eduard Gratacós, jefe de medicina maternofetal del hospital Clínic de Barcelona. El estudio del INSERM muestra que un 45% de los grandes prematuros presenta un cociente de desarrollo inferior a 85 (cuando la media es 100), frente a los nacidos a término, que presentan resultados inferiores tan sólo en un 15 %.
El origen de estos problemas se encuentra en la inmadurez de sus órganos, que al nacer todavía no se han desarrollado del todo. Tendrán que madurar fuera del útero de la madre. La mayoría requiere respiración asistida, alimentación vía parenteral y toda una serie de intervenciones, hasta que su organismo pueda funcionar por sí solo. Aún así, la maduración extrauterina provoca, en mayor o en menor medida, restricciones nutricionales y de aportación de oxígeno. El recién nacido puede sufrir también hemorragias cerebrales.
Si además hubo restricción del crecimiento durante el embarazo, algo que ocurre con el 20% de los prematuros, es decir, que hubo anomalías relacionadas con la placenta que hicieron que el feto recibiese menos nutrientes y oxígeno, puede haberse alterado el desarrollo de funciones básicas. "Si el cerebro detecta que hay una restricción, redistribuye su sangre, priorizando el riego de las áreas que controlan los automatismos fisiológicos, como la respiración, y restringe los aportes a otras áreas superiores relacionadas con tareas cognitivas y emociones", explica Gratacós. Esta situación repercute en la configuración del cerebro del bebé. "No hay una verdadera lesión, pero sí una reprogramación que influye en las áreas relacionadas con las funciones cognitivas. Si se detecta entre los 6 meses de gestación y los 2 años, como el cerebro del bebé es extraordinariamente plástico, se puede estimular y corregir. Pero muchas veces se detecta a partir de los 5 años, cuando el niño ya va al colegio", concluye.
La estimulación cognitiva desde edades tempranas tiene un importante papel para evitar retrasos posteriores. En las unidades de neonatos ya se están aplicando medidas, como asegurar el contacto con los progenitores. "La estancia hospitalaria es un estrés para el prematuro y también para la familia. Nuestra misión es intentar reducirlo con la humanización en los cuidados, reduciendo la estimulación lumínica excesiva, la manipulación innecesaria y estimulando la relación de los padres con su bebé y su implicación en los cuidados" afirma Félix Castillo, Jefe de Sección de Neonatología del Hospital Vall d"Hebrón.
La clave está en la detección precoz. Los pediatras siguen al gran prematuro en ocasiones hasta los 2 o 5 años. Si detectan alguna anomalía pueden derivarlo a un Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP). Tanto el médico como los padres han de estar atentos. "Los signos de alarma de posibles alteraciones no son una patología en sí, pero pueden llegar a comprometer el desarrollo del niño. Una atención terapeútica precoz, con la participación activa de la familia, puede mejorar el pronóstico", dice Gloria Ruiz, psicóloga del CDIAP Parc Taulí, en Sabadell.