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¿Por qué no prohibir la prostitución?

Pablo Ródenas, profesor de Ética de la Universidad de La Laguna, responde a Amelia Valcárcel, quien, en un reciente artículo, rechazaba cualquier regulación de la prostitución
 
¿Por qué no prohibir la prostitución?
Al menos dos problemas y una inconsecuencia presenta la argumentación de Amelia Valcárcel en su artículo "¿La prostitución es un modo de vida deseable?". El primero es su irrealismo interesado: como la prostitución no es un trabajo, no debe ser regularizada. En consecuencia, aunque fácticamente sea una actividad de la que viven más de medio millón de mujeres y hombres en España, se pretende que a sus practicantes no se les debe reconocer y garantizar derechos económicos y sociales. El segundo problema es su moralismo inconfesado: como la prostitución no es deseable para algunos, debe ser inaceptable para todos. En consecuencia, aunque contrafácticamente fuese una actividad libre y consentida, se diría que Amelia Valcárcel se ve abocada a proponer su prohibición. Pero esto último no llega a plantearlo, a mi modo de ver de forma inconsecuente, porque su argumento moralista la debería llevar de forma inexorable a esa conclusión jurídico-política. Pero si lo hubiese hecho, su (legítima) posición conservadora en este dramático asunto se habría hecho evidente, poniendo en duda el pretendido social-liberalismo de la argumentación. A mi juicio, resulta moralista afirmar que la prostitución no puede ser una actividad socialmente aceptable para una sociedad libre e igualitaria.
 
Tras esa afirmación se ocultan, a mi juicio, ideas fundamentalistas sobre la condición humana y ciudadana, ideas que habrá que discutir en otro momento y lugar. En segundo lugar, no es realista afirmar que la prostitución no es un trabajo en España, con toda sus especificidades. En consecuencia, quienes se dedican a ella deben ser protegidos en sus derechos por las leyes y el Estado (y no estigmatizados, maltratados y perseguidos). Obviar esto significa dejar en la mayor indefensión a muchísimas personas, ilegalizadas en su actividad laboral. A quienes hay que perseguir en el Estado de Derecho es a los que se dedican al tráfico y explotación de aquellas personas y ciudadanos que trabajan en la prostitución. Las políticas de inclusión e igualdad contra la vulnerabilidad, la pobreza y la marginación deben ser incrementadas en España, pero en mi opinión no deben convertirse en pretextos para sostener miradas irrealistas y moralistas sobre la prostitución, exclusoras al fin y al cabo.
Pablo Ródenas
Profesor de Ética de la Universidad de La Laguna
 

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