¿Por qué no prohibir la prostitución?
Al menos dos problemas y una inconsecuencia presenta la argumentación de Amelia Valcárcel en su artículo "¿La prostitución es un modo de vida deseable?". El primero es su irrealismo interesado: como la prostitución no es un trabajo, no debe ser regularizada. En consecuencia, aunque fácticamente sea una actividad de la que viven más de medio millón de mujeres y hombres en España, se pretende que a sus practicantes no se les debe reconocer y garantizar derechos económicos y sociales. El segundo problema es su moralismo inconfesado: como la prostitución no es deseable para algunos, debe ser inaceptable para todos. En consecuencia, aunque contrafácticamente fuese una actividad libre y consentida, se diría que Amelia Valcárcel se ve abocada a proponer su prohibición. Pero esto último no llega a plantearlo, a mi modo de ver de forma inconsecuente, porque su argumento moralista la debería llevar de forma inexorable a esa conclusión jurídico-política. Pero si lo hubiese hecho, su (legítima) posición conservadora en este dramático asunto se habría hecho evidente, poniendo en duda el pretendido social-liberalismo de la argumentación. A mi juicio, resulta moralista afirmar que la prostitución no puede ser una actividad socialmente aceptable para una sociedad libre e igualitaria.