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Feminismos, conjunto rico, plural pero nunca vacio

Último "escañu" de opinión en el diario Les noticies". En este caso sobre la corriente de pensamiento "Otras feministas
 
Y cuatro. Es bueno salir de vez en cuando al mundo, y ver sus diferentes realidades, ir al cine, para seguir viendo realidades o disfrutar de fiestas y costumbres populares, para también, como no, continuar constatando realidades. Baños y baños de realidades. De todos los tamaños y colores, del blanco al negro, mejores, regulares y alguna hasta muy mala. Pero lo mejor de salir, siempre es volver, y eso es lo que yo pretendo hacer hoy.

De vez en cuando es necesario hacer reflexiones, pensar por ejemplo en quién mantiene deudas, y con quién lo hace, pensar en cuál es nuestra legitimidad para exigir. O soñar a través de los mundos mágicos que a menudo nos ofrece el cine, aunque en algún caso las historias versen más sobre cuestiones de crudo realismo social que sobre cuentos, acompañados de palomitas de maíz, con final feliz. Y de salir de fiestas ni hablemos, estas siempre acaban con una buena traca a la que generalmente le sobran las explicaciones. Los grandes estruendos nunca las merecen, sólo hay que esperar a que pasen, que se despeje el ambiente y analizar con calma.
 
Múltiples actividades para el cuerpo y el alma que agotan y desgastan, múltiples excursiones por la vida que no podrían soportarse de ninguna manera, si no supieses que después puedes volver a casa; ese lugar de infinita comodidad, ahora tan conocido, gracias a la publicidad, como la última república verdaderamente independiente.

Soy consciente a estas alturas de lo críptica que puede estar resultando esta pequeña introducción, en clara alusión a mis tres anteriores escaños, pero también soy consciente de la fidelidad de lectura que semana a semana tienen estas páginas, y no por mi persona, sino por la reconocible y reconocida militancia lectora de este periódico en sí. Así que hoy, con cierto tufillo a despedida, quiero volver a esa esencia básica sobre la que construyo todas mis miradas, y que es eso denominado feminismo. O lo que es lo mismo, lo que yo entiendo por volver a casa.

Hace algunos días recibí una llamada a participar en una actividad conjunta de mujeres donde debía contar cual era para mí el logro más importante del último año en materia de feminismo. Creo que jamás haya tenido mayor velocidad de pensamiento y ejercicio de memoria. Repasar las últimas acciones en materia de igualdad separando el grano de la paja puede resultar agotador. Leyes, planes, acciones, son palabras que surgen en mi incosciente, y en el colectivo supongo que también, carentes en su mayoria de un significado claro o real. Leyes ¿y sus desarrollos? Planes ¿y sus medidas en la calle? Acciones ¿algo más que papel?. Si se supone que se diseñan leyes que ayuden a resolver problemas es complicado valorar su efectividad y eficacia cuando no tienes esos problemas. Se supone que se desarrollan planes correctores de desigualdad, pero es tremendamente complejo medir sus aplicaciones cuando no es posible pararse a reflexionar, debatir o tan siquiera compartir su conocimiento. Y es que la reflexión es un bien cada vez más escaso, y difícil de alcanzar. Vivimos en un medio de vorágine activista tal que pensar ha quedado en un segundo plano. Construir o reforzar pensamiento está totalmente "demodé".  Si a eso añadimos un alto nivel de contaminación informativa, el cóctel del fraude está servido.

 
Ya sé que comienza a aburrir esto de hablar constantemente del fraude de la igualdad, pero cada vez que doy un paso me convenzo más de que es una inmutable verdad. Algo que se está reforzando día a día desde todos los planos y esferas institucionales, con expresiones y noticias que parecen indicar que sea cual sea nuestra reivindicación o necesidad, se adelantan a nuestros deseos y la proporcionan de mano.  La duda es saber si realmente se trata de un discurso vacio, un calmar las aguas en previsión de tempesatades, un nuevo concepto del "España va bien" en plan social, o si por el contrario estamos avanzando. Si las medidas que se adoptan son viables, si se transforman en algo real y tangible; en definitiva si van a darnos la llave que nos dé acceso a la mitad del mundo que nos corresponde y nos muestran dónde realmente está la cerradura.

Cuando el otro día me dijeron que tenía que relatar cuál era para mí el logro fundamental del último año y cuál era el reto del futuro, y que además tenía que hacerlo en treinta segundos, pensé en todo eso. La reflexión me llevó a la reflexión y a reivindicarla y empoderarla, ahora que este tipo de palabras está tan de moda.

A estas alturas, en que cada vez me queda menos capacidad para la emoción y la sorpresa, tengo que reconocer que el pasado año viví ambas con intensidad, y que cada vez que me preguntan lo cuento con todo lujo de detalles. Y cuando no me preguntan, como es este caso, lo cuento también. Hace poco también me llamaron y me invitaron a participar en otra cosa, me invitaron a escuchar. Asistí a una reunión donde casi doscientas mujeres estuvieron debatiendo e intercambiando opinión, en una labor de creación de discurso y pensamiento feminista que estaba en franco desuso desde hace tiempo. Conforman una corriente, y se han dado en llamar en un claro gesto provocador "Las otras feministas". Revisan, deconstruyen, reconstruyen, analizan y diseccionan con pericia, se constituyen por separado en muchos casos como mujeres simbólicas, y en conjunto constituyen un referente enriquecedor.
 
Ser las otras nunca es cómodo, siempre es mejor ser las unas, las únicas las mejores. Siempre da a entender que todo es uno, que no hay diferencias ni divergencias, que esto del feminismo está constituido por una uniformidad cansina, como si la sola existencia de pensamienos alernativos atentara contra las más  sólidas bases de la filosofía feminista. Ser "las otras" es ponerse en la piel de muchos tipos de mujeres diferentes, en raza, en condición social, en identidad sexual. Las otras complejizan el feminismo, y eso es bueno. Ponen encima de la mesa los estigmas, a las desheredadas, pero alejándose del victimismo agotador. Ser "las otras" es un ejercicio de antropología constante, un cambio de miradas, un cuestionarse constante. Pero de esto hay falta de costumbre, cuesta hacerlo, da vértigo y produce sensación de vacío en el estómago. Por ello cuesta creer que algo así sea malo, al fin y al cabo plantearse el cambio y apostar por él es algo que las mujeres venimos reivindicando desde hace tiempo en relación con los hombres. Hacerlo con nuestros propios códigos aprendidos no deja de ser una pirueta más en nuestro particular proceso de crecimiento.

El feminismo es mi casa, el lugar al que pertenezco y me pertenece, el sitio que me explica y que habla de mí. El lugar donde me siento cómoda, construido con recuerdos de pensamiento, de los viajes ideológicos, de las experiencias, pero un espacio siempre por acabar, donde aún faltan muchas cosas por llegar, todas treméndamente especiales, y donde habrá otras que descartar, por no tener utilidad.

Pero en el feminismo, al igual que en las casas, no debemos tener miedo a cambiar los muebles, cubrir las paredes nuevamente con pintura, a renovar, a convertir los espacios en otros que se adapten más a nuestras nuevas o viejas costumbres.No importa entre qué paredes se encuentre, ni en qué lugar; usado o recien estrenado, en America o Europa, el feminismo es como el concepto del hogar. Tan difícil de explicar y tan fácil de sentir.
 

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