Y no sería yo si no hiciera especial mención a las cuestiones relativas a eso del género que es sabido me preocupan sobremanera. Y es que las mujeres no han estado legal ni legítimamente representadas en los órganos de decisión, políticos o económicos. Son objeto de la deuda pero en ningún caso han tomado decisiones sobre la misma y sin embargo son quienes más pagan las consecuencias. Sus vidas se ven afectadas en lo que se refiere a condiciones laborales miserables y no reconocimiento del trabajo no remunerado, discriminación sexual, pobreza, prostitución, esclavitud sexual, problemas de salud y falta de acceso al poder político.
Volviendo al plano general, lo más importante es constatar que dicha Deuda es ilegítima, inmoral y ya está pagada con creces. Por tanto no cabe hablar de condonaciones, sino que es necesaria su abolición y la búsqueda de mecanismos de restitución que reconozcan la tan famosa deuda histórica contraída por los países del Norte con los países del Sur.
Pero todo esto no es lo único, ni lo más llamativo de esta cuestión, que el mundo está lleno de desgracias es algo que por sabido ya ha dejado de sorprendernos. Otra vez nos encontramos con esa mencionada pérdida de fuerza en los mensajes de tanto repetirlos. Al fin y al cabo eso del sur está muy lejos y la mayoría sólo lo tenemos en cuenta como destino básico en temporada vacacional. Generalmente nuestra óptica de los territorios, de los cercanos y los lejanos, es obtusa, y no está precisamente abierta a matices de realidades complejas.
Lo interesante, como decía, ha sido ver cómo personas y personajes muy ajenos a todo esto del denominado mundillo de la solidaridad, desfilaron con toda seriedad por un improvisado juzgado, para acercarse a unas verdades como templos, cargadas de preceptos legales, acusaciones fundamentadas y defensas estructuradas. Me estoy refiriendo al estamento judicial en todo su esplendor, a magistrados y magistradas, abogados y abogadas de la defensa y expertos peritajes al servicio de una buena causa. Puede que sus mundos estén ajenos a estas cuestiones habitualmente, que pertenezcan a esa parte de la sociedad que normalmente carece de eso que se denomina "sensibilidad social", o que su sensibilidad sea otra, pero lo cierto es que durante esos días juzgaron, acusaron y defendieron algo poco habitual. Tuvo que sentenciarse, que para eso estuvo representada la judicatura tan generosamente, y se condenó.
Se reconoció que las mujeres y hombres de los países del Sur son sujetos de derecho, que a veces parece olvidarse. Se exigió prohibir cualquier política económica que tenga repercusiones negativas sobre otros países, y que ponga en peligro la vida de la ciudadanía o impida la satisfacción de sus necesidades básicas. Reconocer la deuda ecológica adquirida con los países empobrecidos - lo que implica pedir públicamente perdón por los daños y perjuicios causados -, establecer mecanismos para su restitución y aplicar políticas que eviten su generación, se asumió como inexcusable.